Historia de Bruja Sana Kombucha. La leyenda de su origen.
Cuenta la historia que existió una princesa que vivía en una pequeña aldea ubicada cerca de los bosques de bambú en China.
En los últimos años, la bebida fermentada de té verde conocida como Kombucha ha ido tomando mucha popularidad, principalmente entre un sector de la población mundial que busca cuidar su salud.
La kombucha, es una bebida gaseosa y refrescante. Un excelente sustituto para sodas y bebidas altamente azucaradas, que a diferencia de estas aporta distintos beneficios a quienes la consumen.
Es principalmente por esos motivos que la Kombucha comienza a ganar terreno en el mundo entero, aportando grandes beneficios a la salud y apoyando a eliminar excesos como el azúcar.
Pero, ¿qué es y de donde proviene la Kombucha?. Bueno, no se tiene la certeza ni se sabe con exactitud sus orígenes. Sin embargo, se sabe que tiene muchos años de existir y se ha utilizado como elixir por culturas orientales.
Si bien es cierto que no se tienen registros exactos sobre sus origenes, también es cierto que se conocen inumerables historias, leyendas y mitos sobre sus primeros usos.
Hoy queremos compartir lo que para nosotros es probablemente la historia más real de su origen. Compartimos la leyenda con ustedes para que conozcan un poco sobre sus orígenes.
Historia del origen de la Kombucha Bruja Sana.
Cuenta la historia que existió una princesa que vivía en una pequeña aldea ubicada cerca de los bosques de bambú en China. Cuentan que era una princesa hermosa, siempre alegre y con un brillo en su mirada.
Una mañana, como cualquier otra mañana, la princesa se sentó a meditar en el bosque como lo hacía todos los días. Y al igual que todos los días preparó su tapete y su taza de té.
Preparar el té era lo que más disfrutaba; ponía una mezcla de hojas de té que ella misma había recolectado en un poco de agua caliente, luego lo endulzaba con un poco de azúcar y lo cubría con una delgada gasa mientras meditaba por un rato.
Después lo bebía contemplando el bosque de bambúes que abarcaban hasta donde la vista alcanzara. Ella aún no lo sabía, pero esa mañana, su vida cambiaría para siempre.
El viento soplaba diferente esa mañana, era como si voces ancestrales de sabios y sabias de todos los tiempos atravesaran el bosque y le susurraban al oído. La princesa estuvo sentada meditando por días, nunca supo cuántos en realidad, más cuando abrió los ojos, supo que no había sido un sueño, su té estaba vivo y burbujeante, lo tomó y lo llevó a casa.
Su corazón latía con tal fuerza que podía escucharlo, le decía que todo lo que le fue mostrado tenía que ser compartido con la humanidad. Y fue ahí donde comenzó su viaje.
Todas los días la princesa preparaba cuidadosamente el mismo té fermentado y cuando estaba listo y burbujeante visitaba una a una las aldeas de su alrededor compartiéndolo con todos.
Ella les explicaba dulcemente que esta bebida les ayudaría a conservar su salud, y que si lo tomaban frecuentemente, podrían encontrar equilibrio, no solo físico si no también emocional. Todos la escuchaban con atención.
La princesa era muy querida y siempre bien recibida a donde llegaba. Había caminado por kilómetros durante meses visitando diferentes pueblos sin darse cuenta que ya pisaba territorios desconocidos y lejanos.
Un día encontró una aldea que estaba rodeada de caos y de guerra, había llegado a Mongolia. Dudó por un segundo en echar marcha atrás, más una fuerza en su interior la empujó a seguir adelante. En cuanto vio algunos guerreros caídos supo que tenía que ayudarlos, así que se puso a preparar té fermentado para todos los guerreros.
La princesa estuvo con los guerreros por semanas, todos notaron cómo sus cuerpos se llenaban de fuerza. La vida del té los llenaba de vitalidad, cada sorbo de té les regresaba la vida al cuerpo.
Todos los guerreros admiran la valentía de la princesa y su espíritu guerrero, estaban muy agradecidos con ella, así que en poco tiempo los rumores de la princesa y su pócima sanadora estaban en toda Mongolia, y empezaron a referirse a ella como “la mujer medicina”.
La mujer medicina siguió su viaje, cada día confirmaba que no habría vuelta atrás, que tenía una misión muy importante y que tenía que seguir caminando. Caminó compartiendo su pócima por toda Mongolia hasta que llegó a Rusia.
Ahí, algo mágico sucedió, se dio cuenta que había más mujeres como ella, mujeres que deseaban compartir y sanar, y lo más importante, que pasarían este conocimiento de hogar en hogar, de generación en generación y que viviría para siempre.
Antes de seguir con su viaje, la mujer medicina se sentó a beber un poco de su pócima sanadora, y se puso a meditar. Nadie sabe qué pasó exactamente, pero la leyenda dice que cuando abrió los ojos ya había cruzado el estrecho de Bering.
Algunos pueblos en Norte América comenzaron a referirse a ella como la bruja sanadora, tal vez alguna traducción de los chamanes de las primeras naciones. El nombre no era importante para ella, sino expandir el bienestar que le había sido compartido y que más personas comenzaron a adoptar el té y a darle vida en su propio hogar.
Han pasado muchos años desde que empezó esta historia, sabemos que la bruja sanadora sigue entre nosotros, y que su pócima sigue viajando y llegando a más pueblos, más países y más hogares, continuando esta legacía de bienestar.
Esta historia aún no tiene un final, más cuenta la leyenda que todo aquel que bebe esta pócima tendrá salud y larga vida.